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Si hay algo por lo que destaca Layla Price, es por ese monumental pandero que tiene. La rubia se nota que lo trabaja en el gimnasio y como vemos, sabe como usarlo para seducir a cualquier chico. De hecho y tras quedar con su follamigo, empieza a menearlo en el sofá mientras él no puede dejar de mirarlo y de acariciarlo. Pronto logra ponerle cachondo y después de sacarle brillo a su polla, la muy zorra no para de cabalgarle con esas nalgas de acero durante toda la tarde.